DIOS NOS DISEÑÓ CON UN CEREBRO PARA CREER EN ÉL


 Es fascinante poder darnos cuenta de que los avances de la Neurociencia siguen demostrando la veracidad de los principios bíblicos que han estado presentes por milenios.

 En los últimos años, ha aparecido una nueva rama de la Neurociencia llamada Neuroteología, cuyo propósito es investigar mediante métodos científicos, las bases neuronales de la fe, la oración y las experiencias espirituales de los creyentes. 

Esta nueva rama, nació buscando entender las experiencias espirituales de las personas profundamente creyentes en Dios - de una manera científica - midiendo y registrando la manera en que dichas experiencias estimulaban áreas específicas del cerebro. Y aunque esta nueva rama no pretende "probar" la existencia de Dios, sus descubrimientos indican algo profundamente coherente con la Escritura: el cerebro humano está diseñado para la conexión con Dios.

Uno de los estudios más conocidos fue realizado por el neurocientífico Michael Persinger, de la Universidad Laurentian en Sudbury, Canadá. Persinger desarrolló un dispositivo capaz de estimular eléctricamente los lóbulos temporales, regiones asociadas al procesamiento de la memoria, la emoción y la percepción trascendental. Tras experimentar con más de 900 voluntarios a quienes colocaban en un cuarto vacío, más del 80% de las personas sintieron una poderosa presencia, como "si alguien estuviera con ellos".

Los científicos quedaron asombrados, pues podían darse cuenta de que el cerebro está diseñado como una antena para poder percibir la presencia de Dios. Es decir, Dios ha dotado al ser humano de un cerebro para "creer en Él". 

Otros estudios han reforzado esta asombrosa línea. Investigaciones del neuropsiquiatra Andrew Newberg de la Universidad de Pensilvania, utilizando resonancia magnética funcional en monjes, pastores y personas de oración, muestran que la actividad espiritual incrementa la función del lóbulo frontal —relacionado con la toma de decisiones y la identidad— y reduce la actividad de regiones asociadas al estrés. En otras palabras, el cerebro responde de manera singular cuando la persona se conecta con Dios, produciendo bienestar, claridad y propósito. 

Estas evidencias científicas confirman que fuimos diseñados para relacionarnos con nuestro Creador. Algo que la Escritura ha señalado desde siempre, que la espiritualidad no es un accidente biológico, sino un rasgo con el que Dios dotó a sus criaturas.

La ciencia moderna, sin proponérselo, está descubriendo lo que la Biblia ha enseñado desde hace siglos: el ser humano posee un cerebro configurado para percibir, buscar y responder a Dios, confirmando la Escritura: 

"Traigan a todo el que me reconoce como su Dios, porque yo los he creado para mi gloria. Fui yo quien los formé" (Isaías 43:7)



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