CUANDO LA "NUEVA ERA" CONTAMINA LA ORACIÓN


Hay una triste moda que se ha ido metiendo en la iglesia de hoy, totalmente alejada de la Palabra, y que señala que podemos obligar a Dios a hacer nuestra voluntad, si es que "decretamos" o lo "declaramos por fe reclamando algún verso bíblico". Esta práctica no es oración, sino una presunción espiritual que intenta colocar al hombre en el trono y al Dios Todopoderoso como un siervo de los deseos humanos. 

LA FALSA ENSEÑANZA DEL DECRETO

La base del "decreto" es la creencia errónea de que nuestras palabras tienen poder creativo intrínseco. Sin embargo, la Biblia dice que Dios es Soberano. "Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que yo quiero" (Isaías 46:10). Si un simple mortal pudiera "decretar" algo que obligara a Dios, entonces Dios no sería Soberano.

LA VERDADERA ORACIÓN ES SUMISIÓN

El Señor Jesús lo enseñó y lo modeló para nosotros. En el Padre Nuestro nos enseñó a decir: "Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Mt.6:10).
En Getsemaní, el Señor, siendo el Hijo de Dios, oró sumisamente: "Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Mt.26:39). Si Cristo se sometió al Padre, es una blasfemia creer que un pecador redimido pueda dar órdenes al Dios Soberano.

EL ERROR DE LA "SUPER FE"

La moda actual que se ha infiltrado en las iglesias por los falsos maestros, es tratar la fe como una "fuerza o una energía" y las palabras que se pronuncian como el "activador". En cambio, la Biblia define la fe como confianza en el carácter de Dios, y no enfocada en nuestros egoístas deseos. Dice la Palabra: "Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye" (1 Juan 5:14).

CONCLUSIÓN

El "decretar" es una práctica heredada de la Nueva Era, disfrazada de terminología cristiana. Cambia completamente el sentido de la oración, que es intimidad, comunión y dependencia de Dios, en un ejercicio de "magia y control".
Como cristianos, debemos entender que la fe no es creer que Dios hará lo que nosotros queremos, sino creer que Dios hará lo que es justo, bueno y para su gloria, incluso aunque eso vaya contra nuestros deseos egoístas y temporales.


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