LA IGLESIA QUE JESÚS EDIFICA VERSUS LA INSTITUCIÓN RELIGIOSA (PARTE 1)


Por muchos años pensé que la iglesia cristiana que conocemos hoy, era la misma que fundó Jesús, pero me he dado cuenta que no es así. Desde que el Señor dijo "yo edificaré mi iglesia" (Mt.16:18) a la institución jerárquica, llena de programas y enfocada en el dinero que vemos hoy, la desviación es colosal. 

La iglesia que vemos en el libro de los Hechos, era efectivamente un organismo edificado por el Señor donde las personas eran transformadas por Su amor y por ello, no tenían temor de enfrentar, incluso a la muerte. El mejor ejemplo fueron los mismos apóstoles, quienes después de abandonar, negar y perder su fe en Jesús, luego de su resurrección fueron transformados en verdaderos leones de la fe. 

Lo mismo ocurrió con el mismo apóstol Pablo que de un blasfemo, y frío legalista fue cambiado al adalid de la Gracia y quien escribió ese verdadero himno al Amor de Dios de 1 Corintios 13 y llevó el evangelio a todo el mundo conocido.  

Y es que la iglesia primitiva, vivía totalmente enfocada en Jesús y no en ellos. Sus oraciones no eran "bendíceme, protégeme, dame un mejor coche, un mejor trabajo, más dinero, etc", sino más bien: "Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con toda valentía hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios, mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús" (Hechos 4:29,30).

La manera en que esa iglesia se comportaba era asombrosa, considerando que no tenían un pastor que los dirigía y predicaba todos los domingos, o un edificio donde congregarse - de acuerdo al concepto actual - tampoco tenían Biblia o ministerios de alabanza, jóvenes, niños, o todo lo que en la actualidad conocemos, pues eran guiadas genuinamente por el Espíritu Santo. Es decir, era una iglesia edificada por el mismo Señor Jesús.

Hoy en cambio, la iglesia cristiana no es un organismo, sino una organización, una institución que enseña a las personas a ser cristianas, pero sin cambios interiores profundos, donde el objetivo principal es insertarlas en la maquinaria religiosa del hacer, que participen en las múltiples actividades y que den dinero. Y cuando esas personas, que han dado todo por esa institución se agotan, se les desecha. 

Y esto que parece tan crudo, es debido a que el amor de Dios sólo existe como un concepto teológico, pero no se le conoce como el fruto espiritual que debiera vivirse a diario. Por ello es que el orgullo, el juicio, la murmuración, la división, las jerarquías son tan visibles como malignas metástasis que a nadie pareciera importarle mucho. De hecho, es muy fácil ver como se enjuicia severamente a una persona que fuma - que por cierto daña su salud - pero no se mide con la misma vara a quienes juzgan, mienten, murmuran o diseminan chismes y habladurías en contra de personas que no pueden defenderse, lo cual es mucho más dañino, pues enferma a toda la comunidad.

En la iglesia de hoy, es muy posible que Moisés no tuviera cabida y sería juzgado duramente, pues asesinó a un egipcio. Lo mismo ocurriría con David, quien fue un adúltero y un asesino. El borracho Noé también estaría en la lista negra, lo mismo que el mentiroso y polígamo Abraham, y ni hablar del asesino y blasfemo Pablo...solo por nombrar algunos personajes bíblicos. 

¿Estará Dios impulsando una nueva Reforma?

Esta reflexión continuará.


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