ABRAZANDO EL DOLOR
Siempre pensé que el dolor había que evitarlo a toda costa, pues era algo malo. Además, en el cristianismo se nos enseña que "Dios no va a permitir que suframos", y de hecho, lo primero que hacemos cuando estamos experimentando el sufrimiento, es pedirle a Dios que lo quite, que lo haga desaparecer, que haga un milagro, etc.
Cuando experimenté el dolor y vi como mi vida se destruía y perdía todo aquello que "jamás pensé perder", y a lo que le había dedicado toda mi vida, aprendí a ver el dolor desde otra perspectiva y entendí que Dios lo permite para nuestro crecimiento interior y para que le conozcamos más a Él.
Por tanto, aprendí a abrazar el dolor, entendí de primera mano, las clásicas palabras de Job cuando le dijo a Dios: "De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven" (Job 42:5).
He llegado a la conclusión, que el dolor es un maestro y no un verdugo que Dios permite en nuestra vida, para que pongamos atención a Su voz, como nunca antes, y le conozcamos de verdad, sin religión.
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