NO SOMOS EL RUIDO DE AFUERA, SINO EL SILENCIO DE ADENTRO


Resulta paradójico que David sea considerado como "un varón conforme al corazón de Dios" (1 Sam.13:14), cuando en la Biblia leemos acerca de sus varios fracasos personales y derrotas morales. Por otro lado, debemos reconocer también, que era un hombre que buscaba a Dios de todo corazón a pesar de sus pecados y miserias, y eso lo podemos comprobar al leer sus escritos, que nos hacen conocer el calibre de su relación con el Señor.  

Como botón de muestra, veamos un par de versos. En el Salmo 62:1, escribe: "Espero en silencio delante de Dios, porque de Él proviene mi victoria". En el Salmo 37:7, encontramos la siguiente declaración: "Guarda silencio ante el Señor; espera con paciencia que Él te ayudará"

Me llama la atención que David conocía por experiencia, el estar en "silencio ante el Señor" y esperar con paciencia. Esto no se refiere tan sólo a no proferir palabras, sino a estar callado interiormente. Es decir, conocía el "silencio" desde una perspectiva profunda, que no se limitaba a tener la boca cerrada, sino que en su interior había aprendido a acallar los pensamientos y ese diálogo incesante que muchas veces no nos deja oír la voz de Dios, y había aprendido la disciplina de la contemplación.

Por eso, él también escribió: "En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma" (Salmo 94:19), pues sabía lo que es ser consolado por Dios en el silencio, cuando se sentía derrotado, o el dolor lo invadía al perder a un ser querido, como también cuando se sentía un completo fracaso.

Y en ese bendito silencio interior, aprendió a orar con humildad al mirarse adentro y exclamar: "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno" (Salmo 139:23,24).

NOSOTROS

Cuantas veces nos pasa a nosotros, que al pretender orar o meditar en silencio en Dios, nos damos cuenta lo ruidosos que somos en nuestra mente, y ese bullicio interior no nos permite esa comunión íntima con el Señor, nos priva de contemplarlo y nos conformamos con el típico monologo que repetimos día tras día, pero sin comunión de verdad con Dios. Por eso debemos aprender del ejemplo de devoción de David, quien era una persona igual o peor que nosotros, pero aprendió a cultivar una relación de tanta intimidad en el silencio, que por ello fue considerado como "un varón conforme al corazón de Dios" (Hechos 13:22)

El Señor nos dice hoy: "Y al orar, no uses vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No se hagan, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de que cosa tienen necesidad antes que ustedes le pidan" (Mateo 6:7,8).


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