ÉL VOLVERÁ
Así como las profecías del Antiguo Testamento se cumplieron y el Señor Jesús se encarnó en un bebé que nació en Belén, hace más de dos mil años atrás. De la misma forma, las profecías nos señalan que el Señor crucificado y resucitado, está pronto a volver a la tierra como Rey de reyes y Señor de señores.
No obstante, cuando Él vuelva, ¿Hallará esa iglesia que Él edifica y que debe caracterizarse por el amor transformador, o más bien encontrará congregaciones llenas de chisme, juicio, murmuración, facciones y luchas de poder? "En esto conocerán todos que son mis discípulos, si tuvieran amor los unos por los otros" (Juan 13:25)
Cuando Él vuelva, ¿Encontrará congregaciones que experimentan el verdadero ministerio transformador del Señor a través del Espíritu Santo, o sólo iglesias que cristianizan, y llenan de conocimiento a sus miembros, pero que no saben lo que es crucificar diariamente la vieja naturaleza para seguirle? "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame" (Luc.9:23)
Cuándo Él vuelva, ¿Hallará una iglesia similar a que Él edificaba en el primer siglo, o una institución religiosa que sólo le conoce de oídas, pero que honra más a los hombre que a Él? "Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombre" (Mt.15:8,9)
Cuando Él vuelva, ¿Encontrará el organismo vivo que Él diseñó, o más bien una institución que lo nombra, y de labios lo alaba, pero que sólo lo buscan para que le resuelva problemas, sane enfermedades y les bendiga? "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo" (Apoc.3:20) Este no es un texto evangelístico, sino una admonición y una invitación al mismo tiempo a la iglesia de Laodicea, que lo había dejado afuera y no le conocía íntimamente.
Sin duda el Señor está a las puertas, y debemos esperarlo con ansias, pero también reflexionando con honestidad en la manera en que estamos viviendo nuestro cristianismo, tomando en cuenta lo que la Palabra dice: "Y ahora, queridos hijos, permanezcan en comunión con el Señor, para que cuando vuelva, puedan presentarse delante de él seguros y sin tener de que avergonzarse" (1 Juan 2:28)
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