Hay muchas de nuestras reacciones que consideramos normales, pero no lo son. En realidad, son dañinos hábitos que seguimos perpetuando erróneamente. Cuando una persona dice; "tú me haces enojar", frase que se dice a menudo como una "verdad" normal e irrefutable, es absolutamente falsa, de acuerdo a la Biblia. Lo que sí es verdad, es que vamos "sentir enojo", pero la manera en que reaccionemos, será absolutamente nuestra responsabilidad.
Un ejemplo claro es cuando nos dejamos gobernar por el enojo y culpamos a otros por nuestra mala reacción, no sólo no enfocamos en la raíz que la genera, sino que demuestra que en realidad no nos conocemos.
CONOCERNOS
En este punto, es muy importante tomar en cuenta las palabras del Señor que nos instan a aprender a "amarnos a nosotros mismos, y de esa manera amarlo adecuadamente a Él y al prójimo" (Mt.22:39). Esta valiosa práctica, poco enseñada en la iglesia tradicional, implica que es prioritario conocerse interiormente y vernos tal como Dios no ve. Cuando hacemos este ejercicio en la intimidad de la oración, debemos preguntarnos: "¿Por qué me enojo con tanta facilidad? ¿Qué es lo que realmente se afecta en mi interior?" Cuando comenzamos a identificar las situaciones, palabras o actitudes que gatillan nuestro enojo, estamos en camino de sanar o madurar como creyentes. Es en este tiempo especial de intimidad con el Señor, que podremos descubrir la raíz de nuestras explosiones de ira, viendo las heridas o las áreas en que necesitamos madurar. Y es que muchas veces nuestras reacciones son idénticas a las de un niño herido o malcriado, que por su infantilismo no sabe lidiar con la frustración de no conseguir el juguete que quiere. Cuando damos rienda a la ira, en realidad, somos como ese chiquillo (en un cuerpo de adulto) haciendo una pataleta, porque no sabemos cómo gestionar la sensación de fracaso.
AMARNOS
Aprender a amarnos como Dios nos ama, es vital y sanador para una vida cristiana victoriosa. Por el contrario, cuando no nos amamos, veremos cómo se manifiesta nuestra baja autoestima a través de la hipersensibilidad, la irritabilidad, la facilidad para juzgar a otros, el enojo, el culpar a otros y el victimizarnos. En cambio, cuando aprendemos a amarnos, notaremos que viviremos con más seguridad, sabiendo nuestro valor como hijos de Dios, y por lo tanto, no existirá la necesidad de hablar mal de otros ni enojarnos por comentarios desafortunados, pues estamos en la vía de amar de verdad al prójimo y a Dios como se merece.
COMO MANEJAR EL ENOJO Y LA IRA
Si aprendemos a manejar el enojo, evitaremos que escale a una ira descontrolada. De la misma manera, si apagamos un pequeño fuego, impediremos que se transforme en un incendio devastador. Por tanto, debemos aprender a manejar el enojo con firmeza, pero sin agresividad. Por ejemplo, en vez de decir, "tú me haces enojar", debemos decir, "me enojo cuando dices tal cosa". Con esa nueva actitud, está reconociendo que el enojo se ha producido dentro de usted, y que está dando un primer paso para buscar reparar el conflicto, de manera sana, clara, firme, pero sin reproche, sin gritos o prepotencia. Eso significa que está aprendiendo el nuevo hábito de amarse a sí mismo y al prójimo.
De paso, está obedeciendo la Palabra que dice claramente "no se ponga el sol sobre su enojo" (Efesios 4:26), lo cual significa que siempre se debiera tender a arreglar lo antes posible o antes que el día termine, toda situación generada por el enojo.
EL ENOJO Y LA SALUD FÍSICA
La Biblia dice: "la blanda respuesta aplaca la ira" (Prov.15:1), enseñándonos con una sencillez maravillosa a cuidar nuestra salud, mostrándonos el camino de la calma interior o dominio propio en medio del enojo, lo cual reduce nuestro ritmo cardiaco, de manera de usar esa energía para la solución del conflicto de manera serena. Aprendemos así, que podemos expresar el enojo sanamente, sin la necesidad de explotar ni dañar a nadie. Por otro lado, nos damos cuenta que tampoco debemos reprimirlo, pues si lo hacemos, estaremos dañando nuestra salud física y que se manifestará a través de la hipertensión, presión arterial elevada o la depresión.
De hecho el enojo no expresado puede generar expresiones de ira patológica como por ejemplo, una conducta pasiva-agresiva que consiste en desquitarse con las personas indirectamente, sin decirles el motivo, manifestando una actitud cínica y permanentemente hostil. Las personas que están constantemente menospreciando a los demás, murmurando, criticando todo y haciendo comentarios mal intencionados, no han aprendido a expresar su enojo de manera constructiva. No es sorprendente entonces, que esas personas no puedan establecer relaciones exitosas.
CONCLUSION
Exprese lo que le molesta, sin culpar a otros y asumiendo lo que está sintiendo. El objetivo es que logre controlar el enojo, y no que este lo controle a usted. (Efes.4:26,27)
Ataque el problema, no a la persona (Efes.4:29,31). No levante el volumen de su voz, no hay necesidad de gritar (Prov. 15:1). Y no olvide que el enojo es una energía dada por Dios, y que tiene el objetivo de descubrir y atacar su raíz, no a los demás. La voluntad de Dios es aprenda a amarse, para que de esa manera pueda amar al prójimo y a Él y a través de ese amor, sanar y madurar cada día.
Resumen de las charlas de Cristianos Anónimos.
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