ZACARÍAS Y MARÍA
La primera Navidad se vivió hace más de dos mil años atrás, con el nacimiento virginal de Jesús. Este hito maravilloso, hace que muchas veces pasemos por alto otro nacimiento fuera de toda norma; el de su primo Juan el Bautista seis meses antes. De esta manera Dios ponía en movimiento Su plan de amor para con la humanidad que se manifestaría, unos treinta años después, con la predicación de Juan - el último profeta del Antiguo Testamento - anunciando la aparición de Jesús de Nazaret, el Mesías profetizado, el Salvador del mundo.
El evangelio de Lucas nos relata que luego de cuatrocientos años, Dios rompe Su silencio, enviando al ángel Gabriel a preparar el nacimiento de estos dos bebés que cambiarían el mundo.
ZACARIAS
El ángel Gabriel es enviado a Jerusalén, a anunciarle al sacerdote Zacarías que su oración sería respondida, y su esposa daría a luz un varón que se llamaría Juan. Pero el sacerdote sólo veía que ambos eran de edad avanzada y su esposa era estéril (Lucas 1:7). De manera que cuando Zacarías escuchó tan maravillosa noticia, no se alegró para nada, sino que al contrario, no creyó lo que el ángel le dijo, motivo por el cual quedó mudo hasta que se cumplió el nacimiento de su hijo Juan. Dado el contexto de sequedad espiritual en el que se desarrollaba la vida en Israel, la reacción de este anciano no es de extrañar, pues este sacerdote profesional, era el fiel reflejo de una devoción externa y desprovista de vida interior, que caracterizaba el estado espiritual de un pueblo que profesaba seguir a Dios, pero que había caído en el ritualismo vacío, fiel reflejo de esos 400 años de silencio que mediaron entre el último libro del Antiguo Testamento, y lo que ahora estamos relatando.
MARÍA
Sin embargo, cuando el ángel Gabriel seis meses más tarde es enviado a Nazaret a una jovencita llamada María, para decirle que concebiría del Espíritu Santo un hijo al que llamaría Jesús, ella aceptó inmediatamente y sin dudar las palabras del ángel -aunque ella era virgen - evidenciando una confianza en Dios que la llevó a decir: "He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra" (Lucas 1:38)
NUEVA MIRADA
Hasta aquí, la historia bíblica que estamos esbozando es de todos conocida y se relata en el evangelio de Lucas. Pero al hacer una lectura un poco más detenida, hay varias consideraciones que llaman la atención.
Para el nacimiento de Juan el Bautista, el profeta más grande que ha existido (Lucas 7:28), Dios elige a un par de ancianos sin hijos, donde ella es estéril. Para el nacimiento de Jesús, el Mesías esperado, Dios elige a una jovencita virgen, que si bien estaba comprometida para casarse, aún faltaba un año para la consumación del matrimonio. Es decir, María quedaba expuesta a un tremendo peligro, que implicaba su segura y terrible muerte por apedreamiento una vez que fuera descubierto su embarazo antes de su casamiento.
La pregunta que naturalmente surge es: ¿Acaso Dios no tenía candidatos mejores para el nacimiento de esos dos niños que iban a cambiar al mundo? ¿Por qué elige a un sacerdote anciano incrédulo y a una mujer estéril, que más bien podría ser una abuela, para ser la madre y a Zacarías para ser el padre de Juan el Bautista? ¿Por qué elige a una pareja como José y María que no estaban casados, sabiendo que el acto de dar a luz al bebé Jesús, pondría en peligro a María y trastornaría dramáticamente todos los planes de vida que ellos tenían?
Las respuestas a estas interrogantes, las da el mismo ángel en el mismo evangelio de Lucas, cuando dice: "porque nada es imposible para Dios" (Luc.1:37)
Es decir, Dios elige deliberadamente a esos personajes oscuros e incapaces de cumplir por ellos mismos lo relatado, para enseñarnos a nosotros, "que para Dios no hay nada imposible, cuando de su plan se trata". Y a través del ejemplo de esas vidas, nos muestra como Su voluntad se manifiesta en un proceso que la persona debe aprender y practicar, para reconocer la voluntad de Dios en sus vidas. Eso fue lo que comenzó a pasar con Zacarías, Elizabeth, María y José. Veamos:
Zacarías, el anciano sacerdote que estaba seco espiritualmente, aprendió en la crisis del dolor, al quedar mudo por nueve meses, a desarrollar una fe que lo transformó en un hombre espiritual con una fe real y no teórica. Aprendió que no sólo hay que creer en Dios, sino que lo más importante es creerle.
José, vio como todos sus planes humanos se desbarataban, y en este proceso de crisis y dolor en el que Dios lo introdujo, aprendió a escuchar Su voz y sin oponer resistencia, dejándose guiar en la toma de decisiones en los años críticos que siguieron al nacimiento de Jesús.
Por otro lado, María quien era sólo una jovencita que demostró una maravillosa fe de niña al no dudar de la anunciación, a partir de ese momento comenzó un proceso de transformación interior donde aprendió a desarrollar y fortalecer su fe en Dios, a través de las distintas crisis e incertidumbres que la fueron moldeando, de manera que fuera esa madre que Dios quería para ese niño.
Ambas parejas aprendieron en el rigor, a caminar con Dios, sometiéndose y conociéndole para que su fe fuera fortalecida en Él y no en circunstancias fáciles.
PARA DIOS TODO ES POSIBLE Y LO COMPROBAMOS CUANDO NOS RENDIMOS A ÉL
Muchas veces se enseña erróneamente en la iglesia, que si estamos con Dios, nada malo nos puede pasar, y que Dios está para responder todas nuestras oraciones y cuidar de nosotros y nuestra familia.
Este es un pensamiento del cristianismo moderno, que dista mucho de lo que la Biblia muestra. Observe cuidadosamente la historia de los personajes de la Biblia, y se dará cuenta todo lo que sufrieron.
Y aunque Dios eligió a José y María para ser los padres del Hijo de Dios en la tierra, ellos sufrieron muchas vicisitudes desagradables para llevar a cabo el plan de Dios; partiendo por aceptar un embarazo repentino y que cambiaba todos sus planes, un censo que los obligaría a viajar más de cien kilómetros y con María pronta a dar a luz, hecho que sucede en un maloliente establo, ya que no encontraron habitaciones en Belén. Sumado a que debieron huir a un país extranjero, con un niño pequeño, pues Herodes le buscaba para matarlo...es decir, hacer la voluntad de Dios tiene un precio. La clave que vemos en José y María, Zacarías y Elisabeth fue que no se quejaron, no buscaron su comodidad, sino que se rindieron a la voluntad de Dios y en el proceso de dolor, fueron transformados.
Muchas veces oramos: "Señor, quiero hacer tu voluntad", sin meditar en lo que estamos diciendo, sin entender que eso implica rendirnos y dejar de oponer resistencia y aceptar que los planes de Dios son distintos a los mejores planes nuestros. Por lo tanto, si usted está viviendo tiempos difíciles y dolorosos y le ha pedido a Dios que haga algún milagro en su vida para que desaparezcan los problemas...mejor sería que dejara de oponer resistencia y sintonizara con la voluntad de Dios. Deje las típicas oraciones egocéntricas que sólo buscan su comodidad, y aprenda de esa primera Navidad, a abrazar el dolor y la incertidumbre, rindiéndose a la voluntad de Dios como lo hizo la jovencita María y que de corazón pueda decir: "He aquí tu siervo(a), hágase conmigo tu voluntad".
Si ha orado: "Señor, quiero hacer tu voluntad", y no entiende las crisis que está viviendo, tal vez Él está respondiendo a su oración, y como para Dios nada es imposible, nos llama a nosotros, personas incapaces a participar de su voluntad, y nos coloca en un proceso de transformación interior para que aprendamos que una cosa es creer en Dios y otra muy distinta, es creerle a Él. Ríndase y deje de oponer resistencia. Recuerde las palabras de nuestro Señor: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios" (Juan 11:40)
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