¿POR QUÉ ME LLAMAN SEÑOR, SEÑOR, SI NO ME OBEDECEN?

En Lucas 6:46, Jesús hace una profunda pregunta a sus discípulos, y seguidores: "¿por qué me llaman Señor, Señor, si no me obedecen?". Esta triste interrogante nacía al ver que sus palabras decían una cosa, pero sus acciones las negaban. Le decían "Señor o Kyrios", palabra que en aquella época significaba "máxima autoridad, dueño, amo absoluto" - término reservado para el Cesar - y sin embargo no le obedecían. Por cierto, no tenían problemas en acatar algún quehacer trivial, pero cuando se trataba de algún tema profundo, lo ignoraban.


Para entender a qué mandatos Jesús se refiere, leamos sólo algunos pasajes del contexto:

"Pero a ustedes los que oyen, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen; 28 bendigan a los que los maldicen, y oren por los que los calumnian" (Lucas 6:27,28).  Posiblemente  los discípulos se justificaban de esta manera: "¿Amar a nuestros enemigos? ¿Hacer el bien aquellos que murmuran y esparcen veneno con su lengua en contra nuestra? ¿Bendecir y orar por los que nos buscan destruir con palabras y mentiras?, ¡Jamás!"

 "No juzguen, y no serán juzgados; no condenen, y no serán condenados; perdonen, y serán perdonados" (Lucas 6:37).  Los discípulos, tampoco obedecían el mandato de no juzgar, no condenar o perdonar a otras personas, pues es mucho más fácil ver "la paja en el ojo ajeno, que la viga en el propio" (Mt.7:3). Y aunque todo este actuar era franca rebelión a las palabras de Jesús, continuaban llamándole "Señor" de manera irreflexiva.  

PARECIDOS A NOSOTROS

En realidad, todos los que seguían a Jesús se parecen mucho a nosotros. Y sin duda, esa misma y triste pregunta, nos la podría hacer el Señor a cada uno de nosotros hoy. ¿Por qué me llamas Señor Jesús, si no me obedeces?

Pero, ¿Acaso es posible amar a un enemigo y hacer el bien a quién busca hacernos daño con comentarios, actitudes y hechos?, ¿Es posible no juzgar y condenar a otros y como si fuera poco, perdonarle y bendecirle? 

Aparentemente lo que Jesús pide es un imposible humano, pues todo eso lo vemos no sólo en las personas sin Dios, sino también en aquellos fieles y activos miembros de iglesias. Entonces, ¿Cómo es posible obedecer tales mandamientos "imposibles"? 

La respuesta no está en nosotros, está en Él. Pues no se trata de obedecer de la "boca hacia afuera", sino de todo corazón y eso, sólo se puede hacer mediante una transformación profunda. Y Jesús lo explica al final de Su sermón, llamado también, el sermón de la Llanura.

"¿Por qué me llaman, Señor, Señor, y no hacen lo que yo digo? 47 Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, les indicaré a quién es semejante. 48 Semejante es al hombre que, al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.

49 Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa" (Lucas 6; 46-49)

No se trata sólo de llamarlo "Señor", como simple señal de respeto, sino entender la profundidad de esta palabra. Decirle Señor significa reconocer que Él es mi dueño, mi amo absoluto y por tanto, no tengo derechos, y mi voluntad sólo debiera ser, hacer Su voluntad - como lo hacía un esclavo en aquella época, sirviendo a su señor- . Pero al contrario de ese siervo, mi obediencia, no puede ser por miedo, sino por amor, pues mi Amo, me compró con su propia sangre. Por tanto, no busca sólo maquillar mi pecaminosidad, sino transformarme por medio de Su amor. Y por eso me enseña a reaprender a vivir conectado a la Vid Verdadera, de manera que el amor nazca como un fruto, mientras crucifico mi ego cada día y decido vivir de manera teocéntrica y no egocéntrica. De esa forma, voy edificando en la roca como estilo de vida, y no en la arena.

Hoy estamos viviendo tiempos malos, con un virus chino que nos mantiene encerrados y sin poder hacer una vida normal. Obviamente, Dios lo está permitiendo, para hacernos entender que debemos volver a la relación simple y directa con nuestro Señor Jesús, pasando tiempo en la intimidad de la contemplación y donde reaprendemos genuinamente a ser guiados a la Verdad por el Espíritu Santo, sin dependencia de un edificio o estructura religiosa. Es tiempo de volver a la Iglesia primitiva como Cuerpo, donde Jesús es la Cabeza y Él la edifica en amor.

Extracto de una de las charlas de Cristianos Anónimos




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