SEMANA SANTA

 En pocos días más, conmemoraremos la Semana Santa. Tiempo que comienza el domingo, con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, donde una multitud espontánea y alborozada lo recibirá como rey. Lo tremendo de esa escena,  es comprender que el Señor sabía lo que se desencadenaría de ahí en adelante: que en unos días sería traicionado por uno de sus discípulos, que otro lo negaría y los demás lo abandonarían, que esa misma muchedumbre que ahora lo aclamaba, pediría a gritos su muerte. También sabía que sería torturado, y que moriría  vilmente crucificado, como un criminal. ¿Si sabía lo que le esperaba, por qué siguió adelante? ¿Qué lo motivó a tener tal determinación? 


Para responder a esas interrogantes,  primeramente consideremos un par de cosas.

El Señor Jesús, le había dicho a sus discípulos, más de una vez, lo que había de sucederle al entrar en Jerusalén para celebrar la pascua judía, sin embargo ellos no lo entendieron. (Mateo 20:17-19) No comprendieron ni por asomo, que esa era la manera en que Jesús estaba cumpliendo la misión cósmica de rescatar a la humanidad que se extravió en el Edén. Recordemos que nuestros padres, Adán y Eva, aunque fueron creados a la imagen de Dios y colocados en ese idílico jardín, donde vivieron en un ambiente de amor sin par, y  totalmente sintonizados con su Creador en espíritu, alma y cuerpo, tiraron todo eso por la borda, cuando pecaron. Cortando así la relación  de amor que tenían con Dios y separándose eternamente de Él, lo cual trajo como consecuencias que murieran espiritualmente en el acto, que su cuerpo comenzara a envejecer para morir y que su mente se corrompiera totalmente.

La comprensión de los tres primeros capítulos de Génesis, nos ilumina para entender el por qué como seres humanos - aún hoy en día - vivimos tan mal; muchas veces llenos de amargura, resentimiento e infelicidad. Y eso es porque básicamente heredamos esa vida, legada por nuestros primeros padres, desconectados de Dios y enfocados en nosotros.  No obstante, y debido al vacío dejado por el Creador en el ser humano, éste ha intentado llenarlo con la religión, donde busca que le bendiga, proteja, y prospere. Mostrando con ello que su enfoque egocéntrico - que es una consecuencia del pecado en el Edén - sigue en nosotros hasta el día de hoy, incluso en aquellos que nos llamamos cristianos.  

Al leer el capítulo 3 de Génesis, vemos que la primera reacción de Adán y Eva, luego que pecaron, fue enfocar en ellos - se vieron desnudos - y luego se escondieron de Dios, pues por vez primera experimentaban lo contrario del amor que era el temor. (Génesis 3:7-10)  Qué triste debió haber sido esa escena para Dios, pero como Él no cambia, hace algo que no siempre entendemos, Génesis 3:21 lo relata así: “Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió”. Este corto verso muestra el amor de Dios por su creación, anticipando gráficamente el plan de salvación hacia la humanidad caída. Cuando la Palabra señala que “Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles para vestirlos”, está indicando que el primer sacrificio de sangre, donde un animal inocente muere por el culpable lo hizo Dios, con el fin de cubrir las consecuencias del pecado de sus criaturas. Dios sacrificó un animal inocente, seguramente un cordero, para cubrir el pecado de Adán y Eva.

Siglos más tarde, Juan escribiría acerca de Jesús: “He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:36), evocando la imagen del primer sacrificio en el Edén. Este cordero sin mancha sería sacrificado, no solo para cubrir nuestro pecado provisoriamente, sino para salvarnos de nuestro destino eterno y llevarnos de vuelta a la relación completa que el Padre quería con su creación desde el comienzo. El verdadero amor se escribe con sangre.

Por lo tanto, cuando Jesús decide entrar en Jerusalén, Él entendía perfectamente la magnitud de la obra que estaba haciendo, ya que sabía que sólo Él podía ser "ese cordero sin mancha", pues toda la raza humana a partir de nuestros primeros padres, estaba contaminada con ese virus llamado "pecado" que nos impedía llegar a Dios.  Jesús, en cambio, al nacer del vientre de María y ser engendrado por el Espíritu Santo, era el único representante de toda la raza humana a través de las edades, que no estaba contaminado por el pecado y por tanto era el perfecto cordero inocente, que al morir sacrificialmente quitaba el pecado y nos mostraba el camino de vuelta al Padre, pues además resucitaba al tercer día, tal como lo había dicho.

Volviendo a las preguntas del comienzo: ¿Por qué Jesús, entró en Jerusalén si sabía lo que le esperaba, por qué siguió adelante? ¿Qué lo motivó a tener tal determinación? La respuesta es Su amor, ese amor que pensamos que conocemos, pero no es así, pues es un amor muy distinto al humano. Un amor que se escribe con sangre y nos lleva de regreso al Padre.

La Biblia dice: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia son salvos)” (Efesios 2:5)

Su amor, no sólo nos salva, sino que también nos transforma.  Y ese fruto se manifiesta de manera palpable, cuando no criticamos, ni juzgamos, ni murmuramos o denostamos a nuestros semejantes. En cambio, cuando nos convertimos en jueces de los demás, es porque Su amor no está en nosotros, sólo tenemos una engañosa religión. Juan fue muy claro cuando señala: "Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, como puede amar a Dios a quien no ha visto" (1 Juan 4:20)

Si ese amor de Dios, que es el fruto del Espíritu, no está en nosotros, no podemos llamarnos cristianos y menos, discípulos de Cristo. Pues Él dijo claramente: "En esto conocerán todos que son mis discípulos, si tuvieran amor los unos con los otros" (Juan 13:35)

Semana Santa nos invita a mirarnos con honestidad, y observar si realmente estamos creciendo en ese amor que no es humano, pues se escribe con sangre.

 Cristianos Anónimos.


Comentarios

Entradas populares de este blog

LA NEUROCIENCIA Y LA BIBLIA

A JESUS NO LO CRUCIFICARON LOS ROMANOS, SINO NUESTROS PECADOS

¡DESPIERTA!