Otros lo aclamaban con expresiones tales como "Hossana al Hijo de David", "Hossana en las alturas", exclamaciones abiertamente mesiánicas que en arameo significaba "Sálvanos te lo pedimos". Otros decían; “Bendito el que viene en el nombre del Señor” sacada del Salmo 118:26. Sin duda, y mientras avanzaban hacia Jerusalén, la multitud veía en Jesús, al Mesías esperado que por fin los llevaría a las viejas glorias de Israel y los liberaría definitivamente de Roma.
En definitiva, todos los que presenciaban esa multitudinaria entrada, buscaban alguna interpretación tratando de comprender lo que estaba sucediendo. La Biblia dice: “Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste? 11 Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea”. (Mateo 21:10) Y aunque trataban de darle algún significado a esa multitudinaria entrada, en realidad, nadie lo entendía, ni siquiera sus discípulos.
Por otro lado, la casta religiosa veía con recelo aquel espectáculo multitudinario en honor de Jesús, que a diferencia de otras ocasiones, él aceptaba con regocijo. Y fue tanta la molestia de los fariseos, que lo increparon con las siguientes palabras: "...Maestro, reprende a tus discípulos." No obstante, el Señor les responde lo siguiente: El, respondiendo, les dijo: Les digo que, si éstos callaran, las piedras clamarían”. (Lucas 19:39,40)
Con esa respuesta de Jesús, vamos entendiendo el por qué preparó tan cuidadosamente su entrada. Él estaba entrando en Jerusalén como Rey, como el Mesías profetizado, pero no como un caudillo político, sino como el verdadero cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo (Juan 1:29). Esto fue comprendido mucho después por sus discípulos, y que Mateo registra retrospectivamente, de la siguiente forma: "Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: Digan a la hija de Sion, TU REY viene a ti, manso y sentado sobre una burra, sobre un burrito, hijo de animal de carga." (Mateo 21:4,5) El profeta al que se refería, era Zacarías, quien había profetizado 500 años atrás acerca del día en que el Mesías entraría como Rey en Jerusalén. Como vemos, incluso a los apóstoles les costó darse cuenta del cumplimiento de aquella profecía, y Juan lo expresa así: "Al principio, sus discípulos no entendieron lo que sucedía. Sólo después de que Jesús fue glorificado se dieron cuenta de que se había cumplido en él lo que de él ya estaba escrito" (Juan 12:16)
Es notorio que el cumplimiento de esta profecía no estaba en la mente de la multitud, ni de los discípulos y menos de la casta sacerdotal, pero sí estaba en la mente del Señor y por eso deliberadamente le daba cumplimiento ese día. Él entraba como Rey, pero no para inaugurar un reino terrenal y político, sino para rescatar a una humanidad que se perdió en el jardín de Edén, y que Él, mediante su sacrificio en la cruz, llevaba de vuelta al Padre - muriendo en la cruz como el verdadero cordero pascual - inaugurando así, un reino espiritual en los corazones de aquellos que lo amasen como Rey de reyes y Señor de señores. De esta manera, estaba inaugurando una nueva era, donde todas esas personas regeneradas y transformadas, formaran Su cuerpo místico; la iglesia. Pero no una iglesia institucional, sino una formada por relaciones de amor y que Él mismo edificaría.
SEMANA SANTA
Semana Santa, debiera ser un tiempo de reflexión e intimidad con Dios, sobre todo en estos tiempos tan extraños que vivimos de miedo, encierros, vacunas y amenazas de mutaciones del virus.
Estos días, debieran guiarnos a reflexionar en que todo lo que Dios permite tiene propósitos, y tal vez Él está permitiendo todo este tiempo de incertidumbre, para que Su iglesia despierte y cambie el paradigma religioso del hacer, por el ser, donde le amor deje de ser un mero conocimiento teológico y Su iglesia vuelva al origen, donde los discípulos serían reconocidos, no por ser arminianos o calvinistas, pentecostales o luteranos, bautistas o metodistas, sino porque practicaban en su diario vivir las palabras del Señor: "En esto conocerán todos que son mis discípulos, si tuvieran amor los unos por los otros" (Juan 13:35)
Cristianos Anónimos
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