EL 31 DE OCTUBRE, LA VERDADERA FIESTA
Cuando se piensa en el 31 de octubre, las personas en general, inmediatamente piensan en Halloween, pues los medios de masas y el comercio, las bombardean con imágenes, ofertas, películas y un montón de otros estímulos que dejan en el olvido, la real importancia de esta fecha para el mundo cristiano.
Por ello, es necesario, recordar que el 31 de octubre se celebra el Día de la Reforma Protestante. Tal vez usted se pregunte, ¿qué tiene de importancia la Reforma? Permítame una breve secuencia histórica, para responder a esa pregunta. En la Alemania del año 1517, y en la víspera del "Día de todos los Santos", Martín Lutero - un monje católico romano, agustino - clavó en la puerta de la catedral de Wittenberg las llamadas 95 tesis, que a la postre marcó un punto de inflexión en la historia de cristiandad y que posteriormente se conocería como la Reforma Protestante.
RELIQUIAS
Para entender el por qué Lutero hizo aquello, debemos remontarnos siete años atrás, a un viaje que realizó a Roma en el año 1510. Al estar allí, Lutero, pudo ver de primera mano, el ambiente de corrupción generalizado y relajo del clero vaticano, donde el énfasis estaba más en lo material que en lo espiritual. Su decepción se acrecentó al ver el comercio que se hacía con las supuestas reliquias de santos, con las cuales estafaban a personas simples. Vio cómo se vendían trocitos de huesos como talismanes y que supuestamente eran del cuerpo de Juan el Bautista o de algún otro personaje religioso connotado. La verdad era que esos huesos eran de decenas de esqueletos sin nombre, que se astillaban para su venta. También se vendían trocitos de madera, señalando que esas astillas, pertenecían a la cruz de Cristo y así, un sin número de otros engaños, a cambio de dinero.
INDULGENCIAS
Además, entre los años 1516 y 1517, el Papa León X envío a Alemania a un fraile domínico, de nombre Juan Tetzel, a vender indulgencias papales, con el fin de construir la Basílica de San Pedro en Roma. Se les hacía creer a la gente, que ese documento emitido por el Papa, tenía el poder de sacar a las "almas del purgatorio", al momento que la persona la compraba. La proclama decía, que en el momento en que la moneda tocaba el arca del dinero, el alma era liberada en el acto.
Como es de suponer, el dinero llegaba a manos llenas mediante de este engaño. Todo esto, fue generando en Lutero un desencanto de su iglesia y que plasmó en las 95 tesis. De hecho en su postulado número 82, denunciaba que si el Papa decía tener ese poder de liberar un alma, debía hacerlo por amor y no por dinero. O en su tesis 86, señalaba que si el Papa quería construir la Basílica en Roma, debía hacerlo de su propio dinero, que era mucho, y no el de los pobres creyentes. Como vemos, el tenor de sus críticas a la iglesia, no lo hacían para nada popular con sus superiores y menos con el Papa.
No obstante, es preciso decir que Martín Lutero jamás buscó provocar un cisma en la iglesia católica romana, de la que él formaba parte como fiel sacerdote. Más bien, buscaba que la iglesia reflexionara, y enmendara el camino errado.
Cabe destacar, que en aquella época la Biblia estaba escrita en latín y en ese idioma se realizaban las misas. Lo trágico era que la gran masa ignoraba ese lenguaje, por lo que el analfabetismo bíblico era casi total.
EL JUSTO POR LA FE VIVIRÁ
Sin embargo, no sólo estaban los abusos económicos, sino que había un engaño mayor aún. A la gente se le enseñaba que la salvación era por buenas obras, y penitencia. Y Lutero se esforzaba en ambas, hasta que cierto día, llegó al texto que está en la carta a los Romanos 1:17 “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”.
Este texto, complicó a Lutero, quien meditaba día y noche tratando de comprender la relación entre las dos partes de este verso, que no cuadraba con la teología que le había sido enseñada. La respuesta que encontró Lutero fue sorprendente. La “justicia de Dios” no se refería, según lo que le habían enseñado, al hecho de que Dios castigaba a los pecadores. Se refería más bien a que la “justicia del justo" no es obra suya, sino que era un don de Dios y venía solo a través del sacrificio de Jesús en la cruz del calvario. Y en esa justicia se podía vivir por la fe, que también era un don de Dios. Eso significaba que la salvación no era por buenas obras o penitencia, sino que era un regalo de Dios. Era gratuita para el creyente, porque le había costado todo a Jesús, pues Él había recibido el castigo que ese creyente merecía. Es decir, la justicia de Jesús, les era imputada por la fe y así ese creyente era un justo a los ojos de Dios y ahora podía vivir por fe.
Cuando Lutero hizo este descubrimiento que transformó su vida, escribió: “sentí que había nacido de nuevo y que las puertas del paraíso me habían sido abiertas. Todas las Escrituras cobraron un nuevo sentido. Y a partir de entonces la frase ‘la justicia de Dios‘ no me llenó más de odio, sino que se me tornó indeciblemente dulce en virtud de Su gran amor”.
Lutero se dio cuenta que el concepto de "ganarse el cielo" o la salvación por las buenas obras y la penitencia, eran un engaño brutal, pues hacían nulo el sacrificio de amor de Cristo en la cruz del calvario. La salvación es por fe en la obra de Jesús y por eso, el "justo puede vivir por fe".
El que hoy usted pueda leer la Biblia en su idioma, es una de las consecuencias de la Reforma, que partió oficialmente el 31 de octubre de 1517.
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