LA LIBERTAD PARA NO CAER EN LA TRAMPA


La leyenda cuenta de un viejo samurái, que habiendo optado por una vida de soledad y contemplación, se había alejado a vivir en medio de la naturaleza. No obstante, muchas personas llegaban donde él, buscando que les enseñara su filosofía de vida.

 Un día, apareció un joven guerrero, famoso por su falta de escrúpulos y su gran orgullo, que venía a retar al viejo, con la intención de humillarlo en una lucha. Su técnica se basaba en la provocación, buscando que su adversario hiciera el primer movimiento, y así, con su juventud  y rapidez lanzar un contraataque mortal.

 

Una vez que llegó al lugar donde vivía el viejo guerrero, con voz fuerte comenzó a insultarlo y a retarlo a un duelo. Al escuchar sus gritos,  el anciano volteó a verlo y para sorpresa de aquellos a quienes enseñaba, aceptó el desafío. Tomó su espada y caminó lentamente hacia su retador.

Como se había corrido la voz en el pueblo, muchos llegaron para ver la lucha. El joven retador, envalentonado al ver la muchedumbre, se acercó al viejo, mientras vociferaba toda clase de insultos. Una vez frente a él, lo escupió, lo abofeteó, y al mismo tiempo le difamaba, buscando avergonzarlo frente al pueblo y a sus seguidores. Sin embargo, el viejo permaneció en serena quietud.

 Luego de un buen rato de insultos y de buscar inútilmente que el viejo reaccionara, el joven retador se retiró lleno de ira, exhausto y humillado.

 Sus seguidores, se miraban unos a otros, sin entender lo que había ocurrido. ¿Por qué su maestro había aceptado tantos insultos y provocaciones sin hacer nada? Decepcionados se preguntaban si sería un cobarde. Finalmente, acercándose, le dijeron:

 “Maestro, ¿Por qué te dejaste humillar así, sin defenderte? ¿Por qué no le insultaste o le contestase algo ofensivo también? ¿Por qué no usaste la espada? ¿No hubiera sido mejor que pelearas y así no quedar como un cobarde frente a nosotros y a todo el pueblo?

 El viejo samurái, los miró y les respondió: “Si alguien se acerca a ti para darte un regalo y no lo aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo? Uno de los discípulos, respondió: Por supuesto, a quien intentó entregarlo. Así es - respondió el viejo - y lo mismo vale para los insultos, el odio, la envidia, la rabia, la mentira, los comentarios venenosos, etc. Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los dice, son parte de él”.

 Por eso es que cuando alguien habla mal de otra persona, la difama, y miente, todo lo que dice habla más de ella misma , que de la persona que pretende dañar, pues "de la abundancia del corazón, habla la boca". (Lucas 6:45)

 Cuando Jesús dijo a sus discípulos: “No resistan al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mateo 5:39). Está enseñando que no tenemos por qué caer en la trampa de la provocación. Si caemos en ella, le estamos dando en el gusto al provocador y, por lo tanto, le estamos demostrando que no somos libres, y que somos sus títeres. Si realmente somos libres en Cristo, podemos decidir - como el viejo samurái del cuento - en completa libertad, cual será nuestra reacción. Podemos caer en la trampa, dándole el gusto al que provoca y bajando a su nivel o podemos elegir ejercer nuestra libertad en Él.

 Un verdadero discípulo de Jesús, ha aprendido a actuar como su Maestro, quien "cuando lo insultaban, él no respondía con insultos. Cuando lo hacían sufrir, no amenazaba, sino que se entregaba a Dios y dejaba que él juzgara con justicia" (1 Pedro 2:23). El mismo principio actúa, cuando la escritura dice: "la blanda respuesta aplaca la ira". (Prov.15:1)

 Un verdadero discípulo de Jesús, no es alguien que ha tomado "el curso completo de discipulado", sino alguien que ha sido transformado por medio del dolor y ha aprendido a crucificar su ego cada día, siguiendo a su maestro. (Lucas 9:23)

(Resumen de charla - Cristianos Anónimos)


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