APOCALIPSIS, ¿UN LIBRO DE TERROR O ESPERANZA?
En la actualidad, el libro de Apocalipsis, para la gran
mayoría es sinónimo de terror, tragedia, dolor, desastres. No obstante, para aquellos
que fue escrito, al final del primer siglo de nuestra era, representó esperanza,
consolación y ánimo en tiempos de persecución. Nos preguntamos entonces, ¿Cómo
es posible que un mismo texto, evoque dos reacciones tan distintas? La
respuesta simple y obvia sería, que los primeros cristianos entendieron
completamente el mensaje y nosotros, no. Y no sólo eso, lo hemos enredado y complicado.
En este tiempo de pandemia, se podría decir que Apocalipsis
se ha puesto de moda y por eso, abundan los estudios e interpretaciones,
buscando desentrañar todos los misterios que encierra este libro, sin embargo, basta
compararlos, para quedar con la sensación que se contradicen o no aclaran mucho. Algunos maestros, con la mejor intención, y con
intrincados métodos de comparación de versículos, nos dirán que los eventos
relatados ya se cumplieron en su mayoría, otros señalaran con lujo de detalles,
que se aproximan eventos nunca vistos, dando datos, comparando textos y más
versículos. Otros tomarán el camino de examinar versículo por versículo, buscando
ser acuciosos en la interpretación, disectando cada palabra y haciendo gala de
una supuesta profundidad hermenéutica. Otros apuntarán a la interpretación de
los símbolos, otros a las imágenes de los seres fantásticos, y ni hablar del
milenio. Como sea, al final la confusión es mayor, pues cada uno intenta
defender la escuela escatológica a la que adhiere y el mensaje de Apocalipsis,
sigue siendo velado.
¿Es que acaso el autor de Apocalipsis, escribió deliberadamente
un libro confuso para que sólo los eruditos bíblicos pudieran entenderlo, y no la
iglesia en general? ¿Es que acaso escribió con símbolos para confundir a los
simples del primer siglo y para demostrar que sólo los iluminados del siglo XXI
podrían desentrañarlos? ¿Acaso buscó confundir y asustar a las personas con un
lenguaje complicado e inentendible? No, al contrario. Los cristianos comunes, que
leyeron Apocalipsis, que vivían tiempos muy difíciles, entendieron el mensaje y
fueron consolados, animados y recobraron fuerzas, esperando la segunda venida
del Señor.
Al leer Apocalipsis, debemos entender que este libro fue escrito
para los cristianos del primer siglo fundamentalmente y por extensión a
nosotros, pero no al revés.
En este breve escrito, permítame invitarle a mirar este
libro desde un ángulo menos académico, y buscando ponernos en el lugar de un
cristiano que vivía en esa difícil época, de manera que se cumpla lo que el
mismo texto dice: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta
profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.”
(Apoc.1:3)
FINALES DEL PRIMER
SIGLO
Para interpretar correctamente la Biblia, es necesario y
vital, conocer el contexto histórico en que la trama se desarrolla. Así que,
vayamos al final del primer siglo, donde nos encontraremos con el autor de
Apocalipsis que comienza su obra así: “La revelación de Jesucristo, que Dios le
dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la
declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan” (Apoc.1:1)
Lo primero que encontramos, es que este libro es la
revelación o el apocalipsis de Jesucristo, pues Él se revela como Rey de reyes
y Señor de señores, con todo poder y autoridad en el cielo y en la tierra. Por
eso la palabra “apocalipsis” es un término griego, que simplemente significa “revelación
o quitar el velo”, para ver la majestad de Jesucristo y estar preparados para
su pronto venida.
El autor, que se identifica simplemente como Juan, es el
último de los doce apóstoles, un hombre anciano que frisaba los 80 años y que
se hallaba en una dura condición, como él mismo lo dice: “Yo Juan, vuestro hermano, y
copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de
Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y
el testimonio de Jesucristo”. (Apoc.1:9)
Juan se halla en una pequeña e inhóspita isla en el mar Egeo,
que según el historiador romano Tácito, el imperio usaba como prisión para
desterrar a los criminales y a aquellos que representaban un peligro para Roma.
¿Cuál había sido el crimen de Juan? Él mismo responde: “por causa de la Palabra de Dios
y el testimonio de Jesucristo”, había sido exiliado a esa prisión. Ese
había sido su crimen.
Para entender esto, que nos parece a todas luces injusto, debemos
comprender que Roma consideraba al cristianismo, un movimiento muy peligroso, y
Juan como el último apóstol vivo, era un líder que había que eliminar.
Las razones por las cuales Roma consideraba tan peligroso el
cristianismo, eran fundamentalmente, porque enseñaban que todos los hombres eran
iguales ante Dios, es decir, esclavos y amos tenían la misma dignidad.
Considerando que en el imperio había una enorme cantidad de ellos, se temía que
esta nueva enseñanza que se esparcía rápidamente, provocara un levantamiento
general contra sus amos, dañando severamente la economía del imperio. Otra de
las razones, era que una vez que una persona reconocía a Jesucristo como Señor
o su Más Alta Autoridad, rehusaba adorar la imagen del emperador como su autoridad
suprema o inclinarse ante la enormidad de dioses romanos, pues rechazaban toda
forma de idolatría. Todo esto era visto por Roma como rasgos de desprecio hacia
el emperador, y actos de rebelión que debían ser aplastados a toda costa.
LOS CRISTIANOS LA
PASABAN MAL
La persecución que vivían los cristianos, no se limitaba al
gobierno romano, lo cual ya era muy malo, pues sus vidas estaban en continuo
peligro, sino que había otras más sutiles. Por ejemplo, en aquella época,
existían gremios de comercio a lo largo de Asia Menor, formados por
trabajadores y profesionales que se organizaban con fines económicos y cada
persona, incluyendo los cristianos, necesitaban unirse a estos gremios, si
esperaban hacer negocios en sus comunidades. Esta práctica social presentaba un
serio reto a los seguidores de Cristo, porque cada gremio tenía una deidad
patronal, y se esperaba que los miembros, expresaran lealtad a esa deidad. Dado
que los cristianos se negaban a mostrar lealtad a la deidad patronal del
gremio, generalmente eran excluidos de las relaciones comerciales, por lo tanto
no podían comprar o vender, a menos que se sometieran a esas demandas.
También eran perseguidos y despreciados por todos aquellos que
vivían de otras religiones, pues veían peligrar sus negocios, al ver que
descendía la venta de animales para los sacrificios o de los ídolos que los
artesanos hacían para el culto y adoración de sus dioses paganos.
Sumado a lo anterior, estaba la presión de las comunidades
judías esparcidas por todo el Asia Menor, que habían desvinculado totalmente a
los cristianos judíos de la sinagoga y del judaísmo, por considerarlos integrantes
de una secta ilegal y que era perseguida por la justicia romana.
Si todo esto no fuera suficiente, había un sinfín de falsos
rumores que circulaban en aquellos días sobre sus prácticas, entre las que se
incluían acusaciones de canibalismo, incesto y otras perversiones sexuales.
Como vemos, los cristianos del primer siglo, la pasaban muy mal y no pocos
volvían atrás, abandonando su fe en Cristo.
Además de las presiones venidas de afuera, la iglesia también
sufrió ataques internos, de parte de falsos cristianos. Aunque Juan no da
muchos detalles, deja entrever algunos de esos ataques sufridos por las
iglesias de Asia Menor, entre los se cuentan las enseñanzas inmorales de Balaam
(Apoc.2:14), los Nicolaitas (Apoc.2:6 y
15) que enseñaban, al parecer, la existencia de dos tipos de personas dentro de
la iglesia; el clero y el laicado y que lamentablemente hasta el día de hoy
existe. Y una falsa profetiza llamada Jezabel (Apoc.2:20)
Como vemos, el ambiente en que el cristianismo persistía,
era muy antagónico, y por eso, este libro fue tan bien recibido por los
cristianos, pues los alentaba a perseverar en su fe en Cristo, quien no los
había abandonado y anunciaba su pronto regreso.
EL EMPERADOR
DOMICIANO
Al momento de escribirse el Apocalipsis, el emperador romano
era Domiciano, quien gobernó desde el año 81 al 96 d.C. Era hermano de Tito,
quien fue responsable de la destrucción de Jerusalén y del templo en el año 70
d.C. Domiciano tiene la fama de ser el emperador que más persiguió a los
cristianos fuera de Roma. Incluso, cuentan los historiadores, que asesinó a su
primo Flavio Clemente, cónsul de Roma, por el hecho de ser cristiano.
Además, fue el
emperador que más adoración exigió hacia su persona. Iniciaba sus cartas con la
frase: “Vuestro Señor y Dios manda” y exigía a sus súbditos que de esa manera
debían dirigirse a él. Decía además: "deben adorarme a mi mientras estoy
vivo." “Sólo yo debo ser adorado
como dios y Señor”. Hizo erigir estatuas de oro y plata de sí mismo en los
templos de los dioses romanos y exigía que su imagen fuera adorada como a una
deidad. Si los cristianos rechazaban adorar a su imagen, ellos podían ser acusados
de ateísmo, un crimen que acarreaba severas consecuencias, y podían incluso ser
ejecutados. Con el fin de preservar sus vidas físicas, muchos cristianos se
sintieron presionados a participar de esta falsa adoración.
Es muy posible, que cuando Juan se refiere a la bestia, se
esté refiriendo a este cruel emperador. Por otro lado, a Roma se le acusaba de
sanguinaria y tiránica y los cristianos para referirse a ella, la llamaban “madre
de las rameras”, “Babilonia la grande”.
Ante ese escenario tan oscuro, Juan escribe para animar a
esas siete iglesias de Asia, que él conocía de cerca. Por tanto, Apocalipsis representaba
un bálsamo para los creyentes, pues Juan anunciaba la segunda venida de Cristo,
que estaba cerca.
APOCALIPSIS, UN LIBRO
EN CLAVE
Como vemos, el ambiente político y social en el que Juan
escribe era muy peligroso para los cristianos, donde reinaba el miedo y la
desconfianza a ser delatados. Por otro lado, Apocalipsis es un libro de un reo
político, lo cual lo hacía doblemente peligroso. Por tanto, Juan usa un estilo
literario que puedan entender sus destinatarios, pero no así los espías
romanos.
Y aunque Apocalipsis significa «revelación», Juan comunicaba
un mensaje que al mismo tiempo escondía. Algo muy similar a lo que hacía Jesús
con las parábolas, cuando él decía; “para que oyendo no entiendan” (Mr.4:12)
Permítame un ejemplo de la historia para aclarar el punto. Cuando
Rusia oprimía a Polonia, aparece un libro llamado «La vida de Parewski», que
cuenta los sufrimientos vividos por los polacos, bajo la bota opresora Rusa. Este
libro estaba escrito para animar a los polacos, pero en un lenguaje cifrado,
simbólico y de doble significado, de manera que pudiera no sólo pasar la
censura rusa, sino también, para salvaguardar tanto al escritor como a sus
lectores, pues muchos eran enviados a Siberia, por el sólo hecho de tener algún
libro “peligroso”.
Apocalipsis, fue un libro escrito en clave, cifrado, de
manera que los cristianos pudieran entenderlo, pero no así los enemigos.
EL ANCIANO JUAN
Por lo tanto, cuando Juan animaba a sus hermanos de las
iglesias de Asia que estaban sufriendo, para que se mantuviesen firmes, no lo
hacía desde una posición cómoda y segura, sino que estaba implicado en la misma
lucha y corría la misma suerte que ellos.
Y en esa condición, de desterrado y como reo político, Juan
recibe la revelación de Jesucristo, que escribe y envía a esas siete iglesias,
que él conocía muy bien, y que necesitaban urgentemente una palabra de ánimo
para superar la sombría situación por la que atravesaban.
JESÚS
Recordemos que Juan conoció de cerca al Señor Jesús, no sólo
caminó y comió con él, también fue llamado el “discípulo amado”. Sin embargo,
la visión que tiene del Señor ahora en aquella isla de Patmos, es al mismo
tiempo espectacular y aterradora, al punto que cae postrado a sus pies. Póngase en el lugar de Juan, tome aliento y
lea:
10 Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una
gran voz como de trompeta, 11 que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero
y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que
están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y
Laodicea. 12 Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete
candeleros de oro, 13 y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al
Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por
el pecho con un cinto de oro. 14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos como
blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; 15 y sus pies semejantes
al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de
muchas aguas. 16 Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada
aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su
fuerza. 17 Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre
mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; 18 y el que vivo, y
estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo
las llaves de la muerte y del Hades. 19 Escribe las cosas que has visto, y las
que son, y las que han de ser después de estas. (Apoc. 1:10-19)
Juan describe lo mejor que puede, con la limitación de sus
palabras, la majestad y el poder del Señor glorificado en el cielo. Además, lo
ve en medio de su iglesia, simbolizada por los siete candeleros (Apoc.1:12,13).
Y aunque aquellos cristianos se veían derrotados, el Señor los veía como “reyes
y sacerdotes” (Apoc.5:10). El Señor Todopoderoso no había abandonado a su
Iglesia, sino que seguía cuidándola desde el cielo. Esto tuvo que ser un motivo
de esperanza y consuelo para aquellos cristianos que estaban sufriendo bajo la persecución.
Debió haber sido de mucho aliento para una iglesia agotada y
sin esperanza, mostrarle al Señor Jesús, como Señor del cielo y de la tierra,
con todo poder, majestad y autoridad. Alguien que había sufrido, que había sido
crucificado, muerto, pero que había resucitado, demostrando que no sólo se
puede ser fiel hasta la muerte, sino que la tumba no es el fin, es el comienzo.
La iglesia sufriente, debía aprender a mirar las difíciles circunstancias
que estaba viviendo, desde la perspectiva del cielo y no de la tierra. Debían aprender
a mirar con ojos de fe, pues aunque todo parecía caótico, el Señor estaba
presente como el Alfa y la Omega, como el principio y fin, como el que no cambia,
que está en total control y que en breve, volvería para recompensar a todos los
que se habían mantenido fieles a Él.
Apocalipsis, nos enseña, que todos los cristianos de ayer y
hoy, debemos aprender a mirar las situaciones que vivimos, desde la perspectiva
celestial, y no enfocar sólo en la tierra. Debemos considerar que el Señor
tiene todo el poder en el cielo y en la tierra, está con nosotros, por tanto, nada
podemos temer, pues todo lo que nos está ocurriendo tiene un propósito en Él. En
esa confianza debemos estar preparados esperando Su regreso, no importando cuan
difíciles sean las circunstancias que se viven, pues está escrito que el dolor
será parte de nuestro camino. Pablo lo expresó bien, cuando exhortó a los
creyentes de Listra, Iconio y Antioquía: "Es necesario que a través de muchas
tribulaciones entremos en el reino de Dios" (Hch 14:21-22). Y en
otra ocasión el mismo apóstol escribió desde la cárcel en la que esperaba su
ejecución: "Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo
Jesús padecerán persecución" (2 Ti 3:12). Y por último, cuando
Juan escribe Apocalipsis, también está en tribulación.
El dolor, por tanto, debemos aprender a abrazarlo como un aliado
que nos ayuda a crucificar nuestro ego, y así vivir conectados a la Vid
Verdadera todos los días. En Su amor y no en temor, estaremos preparados, esperando Su segunda venida. ¡MARANATHA!
“El que da testimonio de estas
cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús. La gracia
de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén”. (Apoc.22:20,21)
Resumen de charlas de Cristianos Anónimos. c.a.cristianos.anonimos@gmail.com
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Nuestro SEÑOR y Salvador por medio de Jesucristo nos anima a seguirlo rodos los días , por eso no nos desanimemos por las aflicciones que estemos pasando , sino mantengamos nuestra esperanza en ÉL . * AUTOR Y CONSUMADOR DE LA FE.
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