PREPARÁNDONOS PARA LA SEMANA SANTA
Durante este mes, todos los cristianos, estaremos celebrando la Semana Santa y el propósito es que sea un tiempo especial de reflexión y por ello me permito invitarle a observar algunos aspectos de este especial tiempo: El domingo previo al de resurrección recordaremos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, donde una multitud espontánea y alborozada lo recibirá como un rey. No obstante, el Señor Jesús sabía que con su entrada triunfal en Jerusalén se iniciaba la cuenta regresiva de lo que sería su agonía y muerte por crucifixión en pocos días, también sabía que sus amigos lo abandonarían y sería rechazado por el pueblo. ¿Si conocía lo que le esperaba, por qué continuó? ¿Qué hizo que tuviera tal determinación e igualmente entrara de esa manera en la ciudad?
Para dar respuesta a esta interrogante, debemos considerar que, en varias ocasiones, Jesús les había dicho a sus discípulos lo que había de suceder una vez que entrara a Jerusalén a celebrar la Pascua judía, sin embargo ellos no entendían lo que les decía, Mateo registra una de esas ocasiones: "Subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo: 18. He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; 19. y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará” .(Mateo 20:17-19). Y aunque esta declaración, Jesús se las repitió en varias ocasiones, ellos no lograban entender sus palabras, pues para ellos era imposible que su maestro muriera y menos crucificado, considerando que esa era la pena capital romana reservada para los peores criminales, según su ley y obviamente su Señor, para nada era un criminal. Por lo tanto, era bastante normal que sus discípulos no entendieran lo que decía, y si a eso le añadimos que decía que, al tercer día de su muerte, resucitaría, todo eso estaba más allá de su entendimiento. Marcos 9:23 lo registra muy bien el estado de confusión de sus discípulos: "pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle".
Aquí podemos comprobar que los pensamientos de Dios no son los nuestros y que, muchas veces el accionar de Dios no lo entendemos, pues nos resulta incomprensible que permita ciertas situaciones, ya que creemos que la realidad que nosotros vemos, esa es la única correcta, pero no es así, Dios es Dios. Lo interesante es que cuando comenzamos a observar esas situaciones incomprensibles desde la óptica de Dios y a la luz de su Palabra, todo comienza tomar sentido. La soberanía de Dios, versus nuestra miopía espiritual.
Convengamos que el pueblo judío e incluso sus discípulos, tenían esperanzas que Jesús fuera un Mesías que se ajustara a sus expectativas humanas, no entendían que el Cristo venía en una misión de rescate, que iba más allá de las mezquinas esperanzas humanas. En el evangelio de Mateo, él señaló lo siguiente: "Porque el Hijo del Hombre ha venido a salvar lo que se había perdido". Esta verdad la plasmó en toda su enseñanza y a través de múltiples parábolas, donde la de la “oveja perdida” es una de las más memorables ¿Qué se había perdido? La humanidad completa se perdió en el Edén y Jesús venía en esta misión de rescate motivada por el amor de Dios.
LA TRAGEDIA DEL EDÉN
Cuando Adán y Eva fueron creados a imagen de Dios, todo su ser estaba sintonizado con su Creador; espíritu, alma y cuerpo. Vivían en el perfecto amor de Dios y no tenían necesidad de ninguna cosa, pues vivían en Su presencia, sin embargo, el pecado cercenó la relación que tenían con Él y murieron espiritualmente en el acto, su cuerpo comenzó a envejecer para morir y su mente se corrompió.
Esa creación que vivía totalmente centrada en Dios, ahora estaba separada de su fuente, tanto así que se escondían de Dios, y comenzaron a vivir dominados por el temor, la culpa, la vergüenza, emociones que por primera vez experimentaban. Al verse desnudos, intentan cubrirla haciéndose delantales con hojas. Qué triste debió haber sido esa escena para Dios, pero como Él no cambia, hace algo que no siempre entendemos, Génesis 3:21 lo relata así: “Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió”. Este corto verso muestra el amor de Dios por su creación, anticipando gráficamente el plan de salvación hacia la humanidad caída. Cuando la Palabra señala que “Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles para vestirlos”, está indicando que el primer sacrificio de sangre, donde un animal inocente muere por el culpable lo hizo Dios, con el fin de cubrir las consecuencias del pecado de sus criaturas. Dios sacrificó un animal inocente, seguramente un cordero, para cubrir el pecado de Adán y Eva.
Siglos más tarde, Juan escribiría acerca de Jesús: “He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:36), evocando la imagen del primer sacrificio en el Edén. Este cordero sin mancha sería sacrificado, no solo para cubrir nuestro pecado provisoriamente, sino para salvarnos de nuestro destino eterno y llevarnos de vuelta a la relación completa que el Padre quería con su creación desde el comienzo.
JESÚS, EL CORDERO QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO
Por lo tanto, cuando Jesús decide entrar en Jerusalén, Él entendía perfectamente la magnitud de la obra que estaba haciendo, ya que sabía que sólo Él podía ser "ese cordero sin mancha", pues toda la raza humana a partir de nuestros primeros padres, estaba contaminada con ese virus llamado "pecado" que nos impedía llegar a Dios y que todos hemos heredado. Jesús, en cambio, al nacer del vientre de María y ser engendrado por el Espíritu Santo, era el único representante de toda la raza humana a través de las edades, que no estaba contaminado por el pecado y por tanto era el perfecto cordero inocente, que al morir sacrificialmente quitaba el pecado y nos mostraba el camino de vuelta al Padre, pues además resucitaba al tercer día, tal como lo había dicho.
Jesús, Dios hecho hombre perfecto, nacía con la misión de morir y ser sacrificado por los mismos hombres pecadores que venía a salvar, de allí la profundidad de sus palabras a los que lo crucificaban: "Padre, perdónalos pues no saben lo que hacen"(Lucas 23:34)
¿POR QUÉ?
Respondiendo las preguntas del inicio: ¿Por qué Jesús, si sabía que lo crucificarían, entro igual en Jerusalén? Pues por amor a nosotros, vino a salvarnos y llevarnos de regreso al Padre.
La Biblia dice: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia son salvos)” (Efesios 2:5)
Dios nos ama, pero su amor no salva - pues si así fuera Jesús no hubiese tenido para que venir – más en su amor, Dios envía a Jesús, quien nos salva por su gracia y misericordia. Esta verdad es ratificada en uno de los versos más hermosos de la Biblia:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que el él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. (Juan 3:16)
Comentarios
Publicar un comentario