EL SEÑOR JESÚS
"Y con gran poder los apóstoles daban testimonio
de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos
ellos". (Hechos 4:33)
Los apóstoles no sólo predicaban o testimoniaban del
Señor Jesús, sino que ellos entendían y vivían algo que nosotros, en general,
como creyentes no captamos hoy día, y es el señorío de Cristo.
En nuestro idioma, usamos la palabra "Señor"
para referirnos al Señor Gonzales, Señor Pérez y también al Señor Jesús, es
decir, usamos esa palabra como una señal de respeto, nada más.
Sin embargo, cuando la usaban los apóstoles, era algo
absolutamente distinto. La palabra Señor en el Nuevo Testamento era el término
griego Kirios, que significaba "dueño, amo absoluto, máxima autoridad, el
que está por encima de todos" y estaba referida para el Emperador Romano,
al que consideraban divino. No obstante, los esclavos también se referían con
esta palabra a sus amos, pero ellos eran un kirios, mas el Emperador era El
Kirios.
Los primeros cristianos entendían bien lo que
significaba que Jesús era el Señor, su amo, su dueño, su máxima autoridad,
por encima del Cesar Romano. Por ello era que cuando las autoridades les decían
a los creyentes; "Cesar es el Señor", ellos respondían; "No,
Jesús es el Señor" lo que les acarreaba persecuciones, dolor y muerte.
Y es que aquellos cristianos estaban totalmente
comprometidos y viviendo una vida enfocada en Su Señor, al punto de dar su vida
por Él.
Hoy no vemos el mismo compromiso, pues Jesús no es el
Kirios, sino simplemente el señor en este aguado el evangelio moderno donde Él no
es el centro, sino nosotros.
De hecho, en las iglesias, se presenta a un Jesús
como salvador, sanador, incluso como aquel que puede prosperar económicamente,
por lo tanto, la gente se acerca para ver que beneficio puede sacar de Él, en
vez de acercarse para depositar la vida y destino en sus manos.
Jesús, ya no es
el Señor, el Kirios, que predicaban los apóstoles en la primera iglesia, sino
el siervo que tiene la obligación de darnos lo que pedimos, pues sino, nos
enojamos. Es cosa de escuchar las oraciones que se hacen; "Señor dame un
mejor trabajo, soluciona mis problemas, sáname, ayuda a fulano, cambia a zutano,
prospérame económicamente, etc.", es decir, son oraciones centradas en lo
que la persona quiere, sin tomar en cuenta en absoluto, que es lo que Dios
quiere, pues puede estar usando esa enfermedad o problema para Sus propósitos,
pero eso no importa el creyente que sólo tiene a Dios para que le sirva.
Incluso, al presentar el evangelio, a menudo se lo
anuncia como una oferta para que ocurran milagros y bendiciones y así las
personas se acerquen. Se le dice a la gente, "acepte a Jesús", cuando
es al revés, es Él quien nos acepta a nosotros por su gracia y amor. Tampoco lo elegimos a Él, sino que Él nos elige a nosotros. Incluso, algunos más audaces y
rayando en lo herético, señalan que basta que la persona "decrete"
algo y Dios lo hará o que basta con citar un verso bíblico y Él está obligado a
responder. ¿Dónde queda Su Señorío absoluto y Soberanía? ¿Dónde queda el Kirios
que predicaba Pedro, Juan, Pablo? No existe en este nuevo evangelio centrado en
las personas y no en aquel que es el Dios soberano y Creador de todo cuanto
existe.
Jesús es el Señor, El Kirios le dice a aquellos que
nos decimos creyentes; "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz cada día y sígame". (Lucas 9:23)
Si hemos de seguir cada día a nuestro Kirios (Señor),
debemos estar dispuestos a morir a nuestro ego cada día y permitir que Su
soberanía nos guíe, pues sólo nos pide seguirle, sin condiciones y sin
seguridades, pue Él debe ser nuestra seguridad. El verdadero evangelio es
absolutamente teocéntrico y jamás egocéntrico.
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