EL FRACASO Y EL FRACASADO

El fracaso es una dura palabra que golpea muy fuerte e incluso puede destruir la vida. La definición general señala que es “una situación que se vive donde algo que no se esperaba, ocurre de manera catastrófica y todo se rompe a pedazos”. Los que hemos fracasado, entendemos bien el poder demoledor que tiene esta expresión, al punto que el fracaso en algún área sensible, hace suponer que no hay más oportunidad de levantarse, pues todo es devastación. Sin embargo, nuestro Dios usa el fracaso para enseñarnos a conocerle más, de manera que podamos decir al igual que Job, “antes te conocía de oídas, pero ahora mis ojos te ven” (Paráfrasis de Job: 42:5)


Tomemos un ejemplo de la Historia humana: Abraham Lincoln, (1809-1865) quien fue quizás el presidente más connotado de los Estados Unidos y que vivió una de las épocas más duras de ese país, no obstante, es considerado uno de los grandes hombres de la historia.

Lideró a la nación en el triste episodio de la guerra civil, donde se enfrentaron los del norte contra los de sur y supo guiar a su patria en estas circunstancias tan aciagas. Abolió la esclavitud a través de la Proclamación de Emancipación en 1863 y cuando la guerra finalizó, lideró a su país por el camino de la reconstrucción espiritual y material.  

Alguien podría pensar que un hombre con tal temple no tuvo problemas o fracasos que enfrentar en su vida, pero no fue así. Su biografía nos cuenta que Abraham Lincoln debió comenzar a trabajar a la edad de 7 años para el sostenimiento de su familia y cuando tenía 9, su madre murió. Al cumplir los 22 años de edad inició un negocio que fracasó. A los 23 intentó ingresar a la Facultad de Derecho, pero no pudo y ese mismo año fue derrotado en las elecciones para ser Legislador. A los 23 años se declaró en bancarrota y pasó años pagando deudas. A los 25 años fracasó nuevamente en su intento de ser elegido como Legislador y con 26 años su novia murió de fiebre tifoidea, cuando estaban a punto de casarse. Durante el año siguiente pasó seis meses postrado y casi enloqueció debido a una profunda crisis nerviosa. Pasan dos años y a los 29, fracasa en su intento de ser electo como Representante del Estado. Cuando había cumplido los 34 años fracasa en la elección para un puesto en el Congreso. A los 37 años nuevamente es derrotado en las elecciones para un lugar en el Congreso. Con 39 años fracasa por tercera vez en su intento de ir al Congreso y a los 40 años fue rechazado para un trabajo como alto funcionario del Estado. A los 45 fracasa en las elecciones para el Senado. A los 47 años es derrotado en las elecciones de su Partido Republicano como candidato a la Vice Presidencia. A los 49 años es nuevamente derrotado en las elecciones para el Senado. A los 51 años es elegido como Presidente de los Estados Unidos.

Como padre, vio morir a dos de sus cuatro hijos, uno de ellos en plena periodo de la guerra civil en 1862. De padres cristianos y hombre de oración buscó siempre en la Biblia su refugio y la citaba frecuentemente en sus discursos.

Se cuenta en su biografía que cuando recibió una Biblia como obsequio de parte de un grupo de gente de color en la ciudad de Baltimore, Lincoln les dijo: “Con respecto a este gran libro, sólo puedo decir que el mejor don que Dios ha dado al hombre. Por medio de este libro se nos comunica todo el bien que el Salvador dio al mundo”. Abraham Lincoln fue asesinado a los 56 años de edad.

Este hombre de fe, aprendió por las duras experiencias que los fracasos, aunque sean varios y profundos, no hace que la persona sea una fracasada. Una cosa es el fracaso, otra muy distinta es sentirse fracasado.

APRENDIENDO DEL FRACASO

Partamos de la base, que nadie comienza algo para fracasar, al contrario, lo que espera es el éxito y esa es una de las razones por las cuales el fracaso golpea tan fuerte.

Hay una pregunta clave que debemos hacernos cuando atravesamos por el doloroso fracaso y es ¿PARA QUÉ?, y no ¿POR QUÉ?

SI nos preguntamos ¿POR QUÉ me pasa esto a mí? Nada vamos a aprender, pues inmediatamente nos estamos poniendo en el papel de víctima, y cuando hacemos eso vamos a culpar siempre a otros o a las circunstancias, esquivando nuestra responsabilidad o justificándonos.

En cambio, cuando nos preguntamos: ¿PARA QUÉ Dios está permitiendo este fracaso? Aunque sintamos que todo es una injusticia, esta pregunta resultará muy iluminadora en el proceso de dolor, pues le estamos diciendo a Dios "yo quiero aprender, no me victimizo, no culpo a otros y acepto mi responsabilidad". Cuando miramos el fracaso y nos preguntamos ¿para qué? estamos colocando a Dios en medio, pues aunque nos cueste entenderlo, nuestro Padre lo está permitiendo para enseñarnos algo, que no hubiéramos ni siquiera visto, si no nos hacía pasar por ese trance doloroso. Cuando le preguntamos al Señor, ¿para qué es todo este fracaso? Dios nos mostrará que hay cosas que desea que aprendamos, áreas que desea sanar, un carácter que busca templar, etc, y lo más importante; desea que le conozcamos de una manera muy distinta y más profunda que antes. 

¿Se imagina si Abraham Lincoln hubiese comenzado a preguntarse: "¿Por qué a mí? ¿Por qué tanto fracaso y sufrimiento?", seguramente hubiese abandonado sus deseos de ser abogado como también su carrera política o se hubiese sumido en la depresión al ver morir su hijo de cuatro añor en plena guerra civil. Por su actitud, vemos que jamás se victimizó, o culpó a otros, sino que ocupó el fracaso y el dolor para aferrarse a Dios y buscar ser templado por Él en el fuego del fracaso para liderar a esa nación es su momento más oscuro. 

¿Se da cuenta? El Señor permitió el fracaso de Lincoln una y otra vez para forjar en él el carácter del Presidente que Él quería y que dejaría una huella en la Historia Universal aboliendo la esclavitud y sanando una nación herida. Todo lo que Dios permite, tiene propósito.

Si está viviendo el dolor del fracaso, aférrese a Dios y no pregunte "¿por qué?, sino ¿para qué? y acepte que el fracaso es solitario, nadie estará a su lado. Vivirá un desierto en soledad, pero es allí cuando se debe seguir el ejemplo de Moisés, quien en el desierto "se mantuvo como viendo al invisible" (Hebreos 11:27) o cuando una incursión de David había fracasado y todos "hablaban de apedrearlo, pero él se fortaleció en Jehová su Dios":(1 Samuel 30:6)

No lo olvide, una cosa es fracasar y otra muy distinta es sentirse un fracasado. El apóstol Pablo escribió:

 "Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, 8 que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; 9 perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; 10 llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos".(2 Corintios 4:7-10)

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA NEUROCIENCIA Y LA BIBLIA

A JESUS NO LO CRUCIFICARON LOS ROMANOS, SINO NUESTROS PECADOS

¡DESPIERTA!