GETSEMANI, LA PRENSA DEL ALMA
Getsemaní, que literalmente significa "prensa de aceite", era un lugar al que concurrían frecuentemente Jesús con sus discípulos y se ubicaba en el monte de los Olivos, por lo tanto, no fue extraño que después de la última cena de ese día jueves el Señor y sus discípulos se dirigieran a ese lugar, y que Judas los encontrara allí.
Sin embargo, aunque para los apóstoles esa era una reunión más, para Jesús no lo era, pues él sabía que esa noche se iniciaba la parte final y más dura de su misión salvífica. Por eso es que mientras caminaba con los suyos en medio de la penumbra por entre los olivos, comenzó a sentir el peso espiritual de lo que venía sobre Él, sintió la angustia y la soledad más profundas tratando de devorar su alma, por lo que buscó el refugio en la oración y en la compañía de sus amigos, que no pudieron ni siquiera acompañarlo una hora, pues se quedaron dormidos.
Realmente no alcanzamos a dimensionar lo que Jesús vivió esa noche, pues nuestra atención está más puesta en la crucifixión. Pero fue en estos precisos momentos que la batalla de la cruz se libró en la mente y corazón del Señor, allí el Creador de todo cuanto existe, el que creó al hombre a su imagen y que lo amó al punto de abandonar Su gloria para revestirse de un limitado cuerpo humano, se encontraba a punto de ser apresado aviesamente como un vulgar delincuente y ser torturado por aquellos que vino a salvar. Y no sólo eso, tendría que beber una copa repugnante llena del pecado humano y que le era absolutamente desconocido, por lo que su angustia se profundizaba y su soledad le desgarraba, pues sabía que Su Padre no podría estar con Él. Era tal su agonía que sudando gotas de sangre, levantó sus ojos al cielo y en la oscuridad más densa de esa noche, musita esta petición: "Padre, si es posible, que pase de mí esta copa; mas no se haga mi voluntad sino la tuya" (Mateo 26:39). La escena cósmica más aberrante, se avecinaba, pues el que nunca hizo pecado, sería cargado con el nauseabundo olor de todos nuestros pecados, y moriría en nuestro lugar para que nosotros fuéramos perdonados.
Jesús bebió esa copa, y así cumplió lo que Isaías había profetizado 750 años antes: "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Dios cargó en él el pecado de todos nosotros".(Isaías 53:5,6).
No es casualidad que Getsemaní signifique "prensa de aceite", pues allí las aceitunas eran exprimidas para sacar el fino aceite de oliva. Fue allí también donde Jesús fue exprimido por la angustia, el dolor, la soledad más profunda, y los pecados más aberrantes y lo que salió de Él fue sólo amor, al punto de decir más tarde y mientras traspasaban su cuerpo: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen"(Lucas 23:34).
Muchas veces olvidamos que, así como nuestro Señor era Dios, también era humano, y es esa humanidad la que deja una estela que nos sirve de guía para los momentos críticos que también la vida nos presenta. Por eso es que guardando todas las proporciones, debemos entender que todos nosotros vamos a experimentar en nuestra vida algún "getsemaní", es decir, vamos a ser exprimidos por el dolor, la angustia, el temor, la desilusión, el abandono, la traición, etc y la pregunta que tenemos que hacernos es: ¿Qué sale de nosotros en esos momentos, lo mejor o lo peor?, ¿Sale perdón, amor o sólo odio, desprecio, juicio, venganza? porque si decimos que estamos conectados a la Vid, el fruto natural debiera ser el amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, mansedumbre, templanza, fe, por lo tanto, el "getsemaní" que pudiéramos estar viviendo es la prueba para ver si realmente somos los hijos de Dios que decimos ser.
Realmente no alcanzamos a dimensionar lo que Jesús vivió esa noche, pues nuestra atención está más puesta en la crucifixión. Pero fue en estos precisos momentos que la batalla de la cruz se libró en la mente y corazón del Señor, allí el Creador de todo cuanto existe, el que creó al hombre a su imagen y que lo amó al punto de abandonar Su gloria para revestirse de un limitado cuerpo humano, se encontraba a punto de ser apresado aviesamente como un vulgar delincuente y ser torturado por aquellos que vino a salvar. Y no sólo eso, tendría que beber una copa repugnante llena del pecado humano y que le era absolutamente desconocido, por lo que su angustia se profundizaba y su soledad le desgarraba, pues sabía que Su Padre no podría estar con Él. Era tal su agonía que sudando gotas de sangre, levantó sus ojos al cielo y en la oscuridad más densa de esa noche, musita esta petición: "Padre, si es posible, que pase de mí esta copa; mas no se haga mi voluntad sino la tuya" (Mateo 26:39). La escena cósmica más aberrante, se avecinaba, pues el que nunca hizo pecado, sería cargado con el nauseabundo olor de todos nuestros pecados, y moriría en nuestro lugar para que nosotros fuéramos perdonados.
Jesús bebió esa copa, y así cumplió lo que Isaías había profetizado 750 años antes: "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Dios cargó en él el pecado de todos nosotros".(Isaías 53:5,6).
No es casualidad que Getsemaní signifique "prensa de aceite", pues allí las aceitunas eran exprimidas para sacar el fino aceite de oliva. Fue allí también donde Jesús fue exprimido por la angustia, el dolor, la soledad más profunda, y los pecados más aberrantes y lo que salió de Él fue sólo amor, al punto de decir más tarde y mientras traspasaban su cuerpo: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen"(Lucas 23:34).
Muchas veces olvidamos que, así como nuestro Señor era Dios, también era humano, y es esa humanidad la que deja una estela que nos sirve de guía para los momentos críticos que también la vida nos presenta. Por eso es que guardando todas las proporciones, debemos entender que todos nosotros vamos a experimentar en nuestra vida algún "getsemaní", es decir, vamos a ser exprimidos por el dolor, la angustia, el temor, la desilusión, el abandono, la traición, etc y la pregunta que tenemos que hacernos es: ¿Qué sale de nosotros en esos momentos, lo mejor o lo peor?, ¿Sale perdón, amor o sólo odio, desprecio, juicio, venganza? porque si decimos que estamos conectados a la Vid, el fruto natural debiera ser el amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, mansedumbre, templanza, fe, por lo tanto, el "getsemaní" que pudiéramos estar viviendo es la prueba para ver si realmente somos los hijos de Dios que decimos ser.
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