
Al día siguiente de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, donde fue seguido por una multitud enfervorizada, el Señor fue al templo y allí realizó una violenta acción que pareciera no condecirse con la imagen de un Dios de amor y paz. Al entrar, hizo un látigo de cuerdas y comenzó a blandirlo con violencia a diestra y siniestra, volcando las mesas de los que cambiaban dinero y echando fuera a todos los vendían ovejas y palomas, y diciendo en alta voz: "Quiten esto de aquí, no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio" (Juan 2:16). También les dijo: "¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Mas ustedes la han hecho cueva de ladrones. Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de su doctrina”. (Marcos 11:17,18)
Para entender el comportamiento del Señor, debemos examinar el contexto de la escena. Recordemos que una multitud había llegado de todas partes a Jerusalén para celebrar la Pascua, que conmemoraba la liberación del pueblo de la esclavitud de Egipto. Por esta razón, todas esas personas iban al templo a ofrecer sacrificios de animales. Entonces, ¿Cuál fue el motivo del enojo de Jesús? ¿Qué pasaba en realidad? Los animales que traían los peregrinos, debían ser revisados por los sacerdotes, quienes los examinaban, pues no podían tener defectos. Pero lo que inevitablemente ocurría, era que esos religiosos siempre encontraban alguna falla que los inhabilitaba como ofrendas, por lo que estaban obligados a comprar otros animales para el sacrificio, que ellos vendían, y que por supuesto eran mucho más caros, lo cual era un tremendo negocio amparado por el sumo sacerdote y su familia.
Por otro lado, al llegar personas de todas las provincias, e incluso del extranjero, debían cambiar su dinero por la moneda local a los cambistas del templo, y de nuevo esto se prestaba para un abuso que dejaba suculentas ganancias a estos inescrupulosos.
Debido a todo este descarado negocio disfrazado de espiritualidad, es que el Señor toma el látigo y comienza su violenta acción, que dejaba al desnudo la hipocresía religiosa, amparada por la casta sacerdotal, que habían transformado “la casa de oración en una cueva de ladrones” (Marcos 11:17).
LA REACCIÓN DE LOS RELIGIOSOS
¿Cómo reaccionaron los sacerdotes, y los escribas (expertos en la Ley) ante la acción y las palabras de Jesús? ¿Acaso fueron movidos a la reflexión o el arrepentimiento? ¿Se dieron cuenta de la profundidad de lo que el Señor estaba haciendo, y se declararon culpables de estar amando el dinero más que a Dios? ¡Para nada! A ellos lo único que les importaba era dejar a salvo su lucrativo negocio y por ello, como respuesta a la acción de Jesús, con más ahínco “buscaban como matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de su doctrina” (Marcos 11:18)
REFLEXIÓN FINAL
Hoy no se hacen sacrificios de animales, pero lamentablemente ocurren otros abusos en la iglesia de hoy debido a que el egoísta corazón religioso sigue igual y el dinero sigue siendo el centro. Es por eso que vemos en nuestro variopinto mundo cristiano, como en muchos lugares se manipula a las personas a dar ofrendas sacrificialmente (a veces una, dos y hasta tres), e incluso algunos se endeudan con la engañosa figura de que está "sembrando en el reino". El dinero es muchas veces el centro de las predicaciones, y los incautos siguen llenando los bolsillos de los mercenarios que se hacen llamar apóstoles, pastores, evangelistas.
En este tiempo de Semana Santa, no sólo es un buen momento para reflexionar en la obra de nuestro Señor, sino también para despertar y salir de aquellos lugares donde sólo les importa el dinero, pues lamentablemente la iglesia se ha tornado en un lucrativo negocio.
Que no sea sólo en Semana Santa, sino todo el año, en que sólo el Señor Jesús, sea el centro pues Él merece toda honra y gloria.
Comentarios
Publicar un comentario